Sunday, December 10, 2006

Lesiones de cultura coronel

II

La música sacra

Si para algunos la música es algo sagrado, imagínese lo que será para ellos la música sagrada: el doble de sagrado, o quizás sagrado al cuadrado, y eso que en esta materia, como en cualquier otra, nunca faltan cuadrados que de sagrados parecen no tener nada. Por lo pronto, suena raro que quien dice: “para mí la música es sagrada”, afirme en consecuencia: “para mí la música sagrada es sagrada”, porque la música sagrada es sagrada, obvio, aún para quienes no piensan que la música no sagrada es sagrada, o sea, para los que piensan que la música no es sagrada, pero la sagrada sí es sagrada, por definición. Como se ve, no es este un tema sencillo, pero en realidad tampoco sea quizá tan complicado. Cada cual tiene su opinión, y yo también tengo la suya.

De todos modos, meterse con lo sagrado es difícil. Es aquí que el lenguaje viene en nuestro auxilio, lo que explica precisamente su demora en llegar. Cada vez que alguien se queda con el auto, por ejemplo, y llama un mecánico, ese mecánico viene en su auxilio, vehículo éste que, -quizás también por definición- se toma en llegar el mismo tiempo que tardaría cualquier otro vehículo, pero al cuadrado. ¡La misma proporción que si fuera música sagrada para quienes la música es sagrada!

El lenguaje viene entonces en auxilio, pero a pesar de eso finalmente llega, y nos auxilia. ¿Cómo? Reemplacemos en las frases previas (y también lo haremos en las posteriores) la palabra “sagrado” por “sacro” cuando convenga (total, quiere decir lo mismo y en menos letras), y surgirá la luz, sin la cual, sabido es, nadie puede ver nada. Y mucho menos leer frases, por previas o posteriores que sean.

Veamos cómo quedan aquellos primeros conceptos: “si para algunos la música es algo sagrado, imagínese lo que será para ellos la música sacra”. De ahí en más, ya es lógico que para quienes la música no es algo sagrado, la música sacra sea sacra. ¿Por qué? Y, por definición. Definir por definición le da a cualquier tesis un toquecito de elegancia lógico-matemática que distrae y aleja el riesgo de alguna observación sensata. Que la música sacra sea sacra aún para quienes la música no es algo sagrado es como lo del color del caballo blanco de San Martín o de cualquier otro jinete que tenga un caballo blanco. Lo que importa es precisamente que el caballo sea blanco, no que lo monte un prócer (que dio su vida en aras de la patria) o un jockey (que da su vida en un haras, se llame La Patria o como se llame).

Aplicando esto a la música, lo que define a la música sacra no es que usted considera sagrada a la música o no, sino que la música sacra ha sido dedicada a lo sagrado, a Dios, sin ir más lejos (no hay que ir lejos, porque Dios está en todas partes), sin importar incluso si usted piensa que Dios existe o no. Exista Dios o no, la música sacra existe igual. Al punto tal que más de un ateo cree (que alguien sea ateo no quiere decir que no crea) que es una pena que Dios no exista: ¡tanta música que le han hecho y que se pierde de escuchar!

Vayamos por partes: que los ateos creen en algo lo demuestra por ejemplo la democracia. Seguramente no votan solamente los creyentes. También deben votar los ateos que, salvo cuando votan en blanco, se vuelven creyentes del candidato que eligen. O sea, cada tantos años los ateos creen en algún político. Claro, un político no es comparable con Dios, salvo para el propio político en cuestión. Lo cual tampoco plantea un problema: si se plebiscitara si ese político es Dios o no, sería una de las pocas maneras de asegurarse que pierda.

En cuanto a la música sacra, que -como los sacerdotes, las religiones y la mera idea de Dios- existe mas allá de que Dios exista o no, suele ser, como coinciden los críticos musicales de todas las épocas y calañas, muy buena o excelente, con cuatro o cinco estrellitas o loguitos de calificación mediática. Esto es así porque quien compone música sacra está ofreciendo explícita y directamente a Dios su música, y es lógico que se esmere.

De hecho, no cualquiera se anima a encarar una ofrenda de este tenor o soprano o instrumental. Bach se animó y muchas veces. Bueno, era Bach, y él lo sabía. Ahí están sus Pasiones, y podría decirse que en su caso la música sacra se convierte a su vez realmente en sagrada. No por nada el compositor Mauricio Kagel escribió “La Pasión según San Bach”. Es oportuno aclarar que la Pasión según San Juan, por ejemplo, no se refiere a una provincia argentina. Y que entonces a Palito Ortega, que prudentemente no intentó escribir música sacra como Bach, no le hubiese correspondido componer “La Pasión según Tucumán”. De paso, esto demuestra que no cualquiera escribe música sacra.

Si bien Dios no se ha manifestado en forma unívoca sobre sus preferencias musicales en general y sobre la música sacra en particular, la Iglesia, a través de muchos de sus Papas, si lo ha hecho. Sin embargo, se han dicho al respecto muchas inexactitudes y gansadas. No faltan por ejemplo quienes creen que Camilo VI ha sido un Papa cantante, o que el Sacro Coxis es un templo o una encíclica. Conviene aclararlo: hubo un Papa Camilo, el Papa Pablo V (cuyo papado abarcó del 1605 al 1621), al que llamaban en efecto Camilo Borghese. Pero nada que ver con Camilo Sesto, que se escribe así, con heces, y es español, como Serrat y el idioma español.

También es una suerte que el canto “gregoriano” deba su nombre al Papa Gregorio Magno, cuyo papado, como recordará, fue del 590 al 601. (¿Qué no recuerda? Yo no dije “como recuerda”, sino “como recordará”: ahora que le paso el dato, acuérdese, sino ¿para que son estas clases?). Decía que es una suerte que el canto “gregoriano” deba su nombre al Papa Gregorio porque si hubiese debido su nombre al Papa Sisino, se hubiese llamado canto “sisinoano” (feo), y al Papa Pío, “piano” (un lío). ¡Imagínese!: un coro dedicado al “piano”…

A propósito, que no haya Papas mujeres evita que se las llame Mamas (por caso, Mama Mafalda XV o Mama Rebeca III), que un grupo como The Mamas and The Papas tenga otro sentido, y que en lugar de papado se hablara también de papada, palabra que, si bien existe, alude a otra cosa. Mientras que “papado” es el reinado de un Papa, “papada” es algo que se cae de maduro (o de gordo), y es unisex.

El sacro coxis no es, en efecto, un templo ni una encíclica. Se trata del segmento final inferior de la columna vertebral. Mientras que hay quienes afirman que la columna vertebral del peronismo es su dirigencia sindical (Madonna, Batata, Culata, Luisito y Cacho, por ejemplo) y por lo tanto, su segmento inferior, para el resto de la humanidad el segmento sacrococcígeo esta ahí nomás del orificio de salida por antonomasia. “No es música, pero es sagrado”, escribió en Anales de Proctología un sabihondo de esas honduras. Por otra parte, no puede negarse que “sacrococcígeo” suena bien, serio, contundente. Tener un “quiste sacroccígeo” tiene un vuelo que su sinónimo “grano en el toór” no amerita baltar. Para colmo, en caso de molestas reinfecciones, los quistes sacrococcígeos tienen tratamiento quirúrgico con cicatrización por segunda, un tema que así explicado puede dar mucho lustre en una reunión social, a condición de que nadie sospeche de que se está hablando de sacar a cuchillo una excrecencia congénita ubicada al comenzar la raya y de tener que quedarse dorso arriba en el posoperatorio hasta que la herida cierre solita.

En caso de que ése sea su caso, no olvide acopiar antes de la operación una buena cantidad de discos con misas, oratorios, pasiones y otras expresiones de música sacra. Eso le permitirá pasarla mejor luego. Y de paso, no confundirse y poder insultar como corresponde a su dolencia sacra y no a la música ídem.

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