Friday, March 28, 2008


Y sí. Yo soy. Senanes. Tengo un apellido no sólo simétrico, sino también capicúa y hasta palindrómico. Decir que se lee del derecho y del revés no tiene ninguna gracia, porque todos los apellidos y palabras se pueden leer del derecho y del revés. El asunto es que en mi caso da lo mismo cómo se lea. Me matan con la indiferencia, sea del derecho o al revés, o mejor dicho, al revés o la sever.

Todos suponen que siempre duermo a la sombra de un yatay, que vivo en la provincia de Neuquén, que viviré hasta los 111 años, que prefiero la música de Reger y la mía, más la mía que la de Reger, o más aún, el silencio, que también se oye igual si se lo pone al revés. Y diría que tienen razón, si lo que vale es la intención y lo que dice el corazón, así sea un papelón. Todo sea por la rima, clarón.

Hay quienes sostienen con malicia que desde mi mismísimo apellido está claro que todo lo que yo diga o haga tiene doble lectura. Mis defensores (muy pocos en verdad: mujer, hijos, gato y cuando es necesario, yo mismo) alegan en cambio que precisamanente no hay doble, sino siempre la misma lectura. Todo depende en todo caso de su sentido: derecha a izquierda, o lo que es lo mismo, izquierda a derecha, para escándalo de las ciencias políticas. En ese terreno, se me adjudica invariablemente una posición de centro, quizás pensando que desde ahí, al tener mi apellido la misma cantidad de letras para cada lado, puedo opinar más salomónicamente que el común de los mortales, tan asimétricos que sóis.

Pero confieso que suelo volcarme más bien a la izquierda. Que no se sabe bien donde queda, porque si uno mira cara a cara, queda del lado contrario a la propia. Y si se mira por la espalda, la posición preferida de los traidores, queda del mismo lado. La política, como se sabe, no es una ciencia exacta ni un terreno confiable. Que otros se ocupen de ella, así pueden perjudicarnos sin interferencias.

En cambio, eso de alinear cubiertos, servilletas, lapiceras, papeles, libros, colores y hasta olores hasta que estén paralelos entre sí, se lo dejo a esos pobres presos de los rituales obsesivos. Como yo. O como el que dijo que si te pegan en una mejilla, no te olvides de poner la otra. Sabias palabras al humilde servicio de la simetría sensorial.

En lo profesional, y sin contar la medicina, que equilibra simétricamente al resto, sigo también pautas palindrómicas. Soy músico y periodista. Vale decir, escribo notas. Notas musicales y notas periodísticas. Para compensar aún más la cuestión, he sido periodista del diario Clarín de Buenos Aires, y sabido es que el clarín es un instrumento musical.

Como buen simétrico, la aventura más original y a la vez repetida es deletrear mi apellido a conserjes, telefonistas y otros curiosos profesionales o amateurs.

¿Me puede deletrear su apellido?

En general, suelo advertirle antes a quien me lo solicita que se trata de un apellido palindrómico. Lo cual, lejos de aclarar las cosas, predispone a la polémica. Y eso, en materia de comunicaciones telefónicas, significa colgar inmediatamente.

Si el trámite sobrevive a estas primeras frases, entonces viene el deletreo. Por ejemplo:

—Ese de Sócrates, e de Eurípides, ene de Nostradamus, a de axiología, ene de Nostradamus, e de Eurípides, (a esta altura el tipo o tipa se va dando cuenta de que era eso de palíndromo) y ese de Sócrates. ¿Vió que era palindrómico?

Lo que sigue es siempre silencio. No es que yo sea paranoico, pero estoy seguro que está pensando mal de mí. Y usted también.

En realidad, preferiría deletrear mi apellido de otra manera:

—Ese de Senanes, e de Enanes, ene de Nanes, a de Anes y salvo la a, todo de nuevo pero al revés.

Pero no crean que porque mi apellido sea simétrico, todo mi ser lo es. Por ejemplo, tengo un testículo más grande que el otro, según lo han demostrado pacientes investigaciones propias y ajenas. Mi hemisferio izquierdo está más a la izquierda que el derecho, si uno toma, por ejemplo, mi nariz como eje. O el ombligo, que para el caso funciona igual. O la línea nariz-ombligo, para ser aún más precisos. Pero si el eje de referencia es el mismísimo hemisferio izquierdo, queda una asimetría aún mayor: a la derecha, el hemisferio, derecho, y a la izquierda, ningún hemisferio. Esta observación suele dar argumentos a quienes sostienen que soy medio descerebrado. Como véis, todo depende del punto de vista de cada quien.

En una época, tentado por la simetría del apellido, llegué a firmar algunos trabajos musicales como Gabriel Senanes L'eirbag, lo que me obligó a agregar a mi biografía las ramas del árbol genealógico correspondientes a la familia L'eirbag, simétricas, claro está, a las de la familia Gabriel, con quien comparte simétricamente su inexistencia. Lo que se dice el drama inexistencial, origen de esa corriente de pensamiento llamada inexistencialismo, que nos ha dado figuras como Paul-Jean Tresar y al mítico filósofo argentino, radicado en Francia, que se preguntó:

—¿Senanes o se hace?

No es para tanto. Después de todo, lo que más ambiciono es vivir una larga y hermosa vida y morir en mi cama rodeada de seres queridos, la mitad de cada lado.

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